De acuerdo con Martín-Baró (2000), la salud mental:
”no se trata de un funcionamiento satisfactorio del individuo sino de un carácter básico de las relaciones humanas que define las posibilidades de humanización que se abren para los miembros de cada sociedad y grupo, es una dimensión de las relaciones entre personas más que un estado individual que produce diversas manifestaciones (síntomas) y estados (síndromes)”.
Por consiguiente, con el reclutamiento de menores de edad al conflicto armado colombiano, ya sea forzado o voluntario, se evidencia directamente condicionado por “las condiciones sociales y económicas, que hacen ver en la vinculación el camino para obtener las oportunidades, el reconocimiento y el poder que nunca han tenido”, (Rojas, 2005). Sin embargo, a pesar de que los menores de edad no estén a favor de ver sus vidas interrumpidas al ser vinculados de manera involuntaria a grupos armados, al habitar territorios en donde el poder predomina en los grupos armados al margen de la ley, esto genera mayor presión en la población y les limita la posibilidad de tener voluntad propia en vista de que se imposibilita la desvinculación a las organizaciones bajo amenaza de muerte.
Esta situación ilustra por completo cómo la obra de Ignacio Martín Baró puede ser extrapolada ya que podemos ver las escenas de actos inmorales a través los lentes impuestos de la disciplina de psicología social. De ese modo, se entiende que los actores armados alienan a sus integrantes aprovechándose de la polarización social que existe en la sociedad, instaurando otro mecanismo de mentira institucionalizada que con actos violentos conllevan a un trauma psicosocial, una sociedad politraumatizada la cual perpetúa ese ciclo en el imaginario de cada habitante de la comunidad.
Niños, niñas y adolescentes: víctimas de la polarización social
Entendiendo la polarización social como “aquel proceso psicosocial por el cual las posturas ante un determinado problema tienden a reducirse cada vez más a dos esquemas opuestos y excluyentes alrededor de un determinado ámbito social” (Martín-Baró, 2021). En consecuencia, los menores de edad reclutados por los grupos armados resultan ser víctimas de la polarización social, puesto que al ser inmersos en ideales y prácticas violentas desde una edad temprana dejan el pensamiento propio para pasar, incluso forzadamente, a identificarse con el grupo al que hacen parte
De esta forma, se entiende que la polarización social ocurre como consecuencia del trauma psicosocial del cual son víctimas a través del sometimiento y rigidez de las relaciones sociales en las cuales están inmersos.
Imagen tomada de: actualidad.rt.com |
Del mismo modo, ante este contexto en el que se desarrollan los menores de edad bajo el conflicto armado surge el miedo en diferentes formas: miedo a expresarse, a perder la vida, miedo que lleva a la desconfianza y al aislamiento social. Estos aspectos notablemente afectan la salud mental de los menores y los condiciona al desarrollo de perspectivas diferentes que no deben ser normalizados.
En condiciones extremas de polarización, se evidencia una limitación en el comportamiento, provocando que los problemas que se derivan en circunstancias de conflicto armado terminen pareciendo irremediables ante una concepción de la realidad en base al sufrimiento personal, esto en vista de que cuanto más involucrada se encuentre una persona en el conflicto, más difícil le resulta dar marcha atrás.
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