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MENTIRA INSTITUCIONAL Y TRAUMA PSICOSOCIAL

 

“Su vida va a mejorar, no le va a hacer falta nada”

Prometiendo riqueza y bienestar cientos de menores de edad fueron engañados para ser finalmente reclutados, obligados a tomar las armas y a someterse a la violencia física y/o sexual. De este modo, esta situación claramente refleja la mentira institucionalizada, la cual según Martín-Baró corresponde al “ocultamiento sistemático de la realidad”, en donde se distorsionan los hechos reales para la invención de una “historia oficial” creíble para niños, niñas y adolescentes de territorios víctimas del conflicto armado, en donde las condiciones de vida no han sido nada favorables.

A continuación se muestran dos testimonios de vida, el de Ricardo y Milena, quienes realatn cómo los grupos armados lograron convencerlos y cómo realmente fueron las circunstancias a las cuales fueron sometidos: 

Imagen ilustrativa tomada de: vanguardia.com

Audio tomado de: comisiondelaverdad.co

Imagen ilustrativa tomada de: Caracol Radio

Audio tomado de: comisiondelaverdad.co

Trauma psicosocial como consecuencia de la violencia

Un trastorno mental se caracteriza por una alteración clínicamente significativa de la cognición, la regulación de las emociones o el comportamiento de un individuo (OMS, 2022) pero en caso de vivir experiencias tan traumáticas Baró lo considera como “comportamientos normales frente a situaciones anormales” (Baró, I, 2000).

En consecuencia, debido a que los menores de edad se desarrollan bajo un contexto de conflicto armado en donde son obligados a atentar contra la vida de otras personas se denota el desarrollo de niños alienados a ser violentos y así dejando una futura generación y sociedad violenta, en donde la violencia además de venir de un contexto transgeneracional, se vuelve transversal a todo tipo de relación humana. 

Asimismo, surge la instauración de sentimientos y emociones negativas impulsadas por esquemas mentales fundados en miedo, incertidumbre, inseguridad, resignación, conformidad, apatía, pérdida del optimismo y de voluntad de salir adelante para mejorar las circunstancias actuales.  De esta forma, el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes resulta en un proceso deshumanizador por su manera de cosificar las personas, lo que Pécaut anuncia como desobjetivación, en donde “el sujeto pierde la capacidad de afirmarse como sujeto de su propia vida, sometido a leyes de otros” (Londoño, S. 2008).

Es así como estas circunstancias llevan a que se anulen las características humanas de los menores bajo el conflicto armado y, por lo tanto, al crecer en un ambiente rígido, sin lazos sociales ni figuras adultas referentes, sin educación y sin afecto, por lo que la vida se reduce a la muerte, vivir para hacer y ser guerra, terminando finalmente en una deshumanización en forma de máquinas de guerra. 

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